Gladys Arcos y Edgar Quishpe venden espumillas. Iniciaron como vendedores ambulantes, deambulando por el pueblo, con su carretilla o cochecito, que ahora exhiben en la entrada de su local como amuleto de buena suerte. Pero en realidad este no es tan solo un emprendimiento sino que es la recuperación de una tradición local, que los remite a sus recuerdos de infancia.
Cuando chicos, en la plaza principal, dos ancianitos vendían espumilla. Este fue un postre que estuvo perdido por más de 12 años después de que los viejitos calacaleños que los realizaban y vendían en el parque en servilletas de papel murieran. La historia cuenta que esta pareja de adultos mayores hacían espumilla y helados de hielo por separado, pero que un día se les ocurrió poner todo junto. Gladys y Edgar recuperaron la receta tan añorada por los moradores ya que les recordaba a su niñez.
© Instituto Metropolitano de Patrimonio de Quito / IPANC 2022