Entre risas y llantos, haciéndome el machito por un reto que hicimos en el colegio La Salle en el centro de Quito, fui a parar al Castillo del Gringo Loco. Cuando llegué, sentí las energías más fuertes que antes había podido sentir, ahí hay un cuidador hoy en día que asegura que todo se trata de historias inventadas típicas de un pueblo, que muchos lo hicieron para popularizar el lugar y otros, simplemente, se pasaron la historia, cual teléfono dañado, y que está alejada de la verdad; sin embargo, cuando nos dejó pasar fue inevitable no sentir congelada la espalda y grande la cabeza, fue una situación que casi no puedo explicar en palabras, así como dicen los libros que hablan sobre lo paranormal. Yo no me sentía solo en ese lugar.
Muchas son las leyendas y grande el misterio que se construyó alrededor de este místico sitio, que se ubica en Sangolquí. La estructura pertenecía a la Hacienda Santa Clara, propiedad de un francés, que junto a su esposa vinieron a nuestro país tras sobrevivir la segunda guerra mundial, situación de violencia en su vida que lo dejó un poco mal de la cabeza, por ello la comunidad lo apodaba el gringo loco. Este apelativo nace porque el hombre, de aproximadamente 60 años, se la pasaba paseando solitario por los alrededores. Son muchas las historias detrás de esta fantástica y tenebrosa leyenda: una de ellas es que su esposa esperaba un hijo, que por algún raro motivo perdió; ella, entre pesadillas, salió a buscarlo y como este lugar tienes pasadizos y túneles extraños, en uno de ellos llegó por el llamado del bebé y murió al final del túnel, asfixiada. Entonces se dice que ahora deambula el alma de los dos por todo el lugar. Otra de las versiones dice que un grupo de jóvenes osaron jugar la Ouija y al querer llamar el espíritu del extranjero, mancharon las paredes con sus nombres al revés; cuatro de los que se atrevieron a hacer esta invocación, más tarde murieron terroríficamente en un accidente de tránsito.
El Castillo del Gringo Loco tiene túneles con arcos de piedra, pasadizos y una vivienda en terribles condiciones, que hacen que cualquiera piense que allí habitaban personas no tan cuerdas, más bien un tanto desequilibradas.
Pero hoy también dicen que se trataba de una persona completamente normal y la estructura era así porque él ideaba construir una hostería. Como les digo, existen muchas teorías de lo que podría ser; sin embargo, el cómo te sientes cuando visitas este tenebroso lugar es completamente electrizante, sentí erizada mi piel desde el momento que entré, hasta que salí, luego de aproximadamente 15 minutos; cada paso que das te hace preguntarte el porqué de cada espacio. Yo no vuelvo ahí ni loco, porque seguramente si no pasó algo cuando el francés vivía ahí, fue después, pero de que pasó algo raro y feo, pasó.
Narrado por Carlos Orna (30 años) desde el barrio San Bartolo, al sur de la ciudad.