Doña Elenita Díaz recuerda con tanta nostalgia al Quito del ayer. Hoy, a sus 68 años, vienen tantas añoranzas a su mente: “los juegos tradicionales con las vecinas, las colaciones que vendían en las cobachas del barrio, la escuela a doble jornada, las leyendas que contaban los abuelos. “En fín, todo mijita, pese a que mi memoria falla un poco, hay algunas cosas que hasta me hacen llorar cuando me acuerdo”, dentro de sus tantas historias una llamó mucho nuestra atención, la de su padre.
Cuando Elena era tan solo una niña, su padre Gonzalo, la llevaba a grandes aventuras, “él era grandote, tenía mucha fuerza y era muy buena gente mi papito”, es su sentir de gratitud, por tantas cosas que en la vida le ha enseñado. Gonzalo era un “Platanero” él era, “el primer platanero de Quito”, viajaba de lunes a domingo a Santo Domingo “madrugadito, muy tempranito” bosteza, recordándolo como si fuera ayer, “hasta sueño me dio”. Cuando era viernes ya sabía que se venía el paseo de fin de semana y se iba a dormir temprano, para tener fuerza el sábado. Recuerda que le ponían las botas 7 vidas, un buen poncho y al balde del carro. Esta niñita de apenas 6 años, le ayudaba a escoger el plátano en las fincas, le ayudaba a cargar el verde en el camión, del que también lo descargaba y para finalizar con broche de oro, hacía las mejores cuñas para vender en su puesto en el mercado del Tejar, de hecho estos son los grandes recuerdos de su infancia. Ella ayudaba a sus padres y ellos le eran recíprocos dándole una comisión por sus ventas.
Sabían que hace muchos años atrás, las escuelas hacían dos jornadas, una en la mañana desde las 8, y la segunda hasta las 6 de tarde. Bueno, Elena era tan apasionada que usaba los recesos de almuerzo para ir a vender con los vecinos un racimo de platanitos. Ella lo veía como un juego de niños, lo disfrutaba tanto que en la escuela solo hablaba de los paseos con su papá. “ay mi papito, era bien feliz” lo tiene muy presente. Él partió hace 20 años, pero su recuerdo está aún muy latente. Nos agradece al final de la entrevista, porque revivieron momentos maravillosos en su vida, momentos llenos de anécdotas que de seguro de su mente no saldrán y cobijarán por siempre.
Narrado por Elena Díaz, residente del barrio el Tejar.